Translate

miércoles, 9 de abril de 2025

Adiós Quique

"El Quique. El alma humilde que nos enseñó el valor de la sencillez"

 

"-Me acuerdo una vez..- dije yo- Que estaba por salir en autobús de la central camionera para México y el chofer le invitó una Coca Cola. El pinche Quique estaba bien contento agradeciendo y agradeciendo- aquí reí recordando- Y el chofer se despedía con simpatía mientras echaba la reversa para irnos, diciendo: "Jajajaja, che Quique, es un desmadre pero me cae re bien el ca'ón!"

Hoy Salvatierra despide a uno de esos personajes que, sin pretenderlo, tejieron la identidad de nuestro pueblo. El Quique, el eterno niño de la calle con su mirada bondadosa y su corazón descalzo, partió físicamente, pero su legado de humanidad permanecerá en la memoria colectiva de Salvatierra.

No necesitó riquezas, títulos ni reconocimientos formales para ganarse un lugar en nuestras vidas. Con su sonrisa no fingida y sus gestos simples —una escoba prestada para barrer mal una banqueta, unas manos dispuestas a cargar una bolsa, un saludo torpe pero sincero—, Quique nos recordó que el valor de una persona no se mide por su posición social, sino por su capacidad de dar, incluso cuando poco se tiene... o cuando no se tiene nada.

En su universo alternativo, donde las reglas del mundo parecían no importar, él eligió una constante: la gratitud. Cada moneda que le dimos, cada plato de comida, lo devolvía a su manera multiplicando en esfuerzo espiritual, como si en el fondo temiera perder a sus benefactores. Y sin embargo, nunca fue una carga. Era parte del paisaje cotidiano, un recordatorio ambulante de que la dignidad no se pierde en la precariedad. Un mensajero de la dignidad perdida del pueblo que trataba de recordarnos que aún existe la alegría en algo que irónicamente siempre asumimos como desgracia.

Las redes sociales hoy se inundan de condolencias. "Descansa, Quique", "Dios Te Bendiga Quique", escriben vecinos, comerciantes, jóvenes y adultos. Su muerte nos une en un duelo que, paradójicamente, celebra la belleza de lo imperfecto. Porque Quique, en su fragilidad, encarnó algo que muchos anhelamos: autenticidad sin máscaras.

¿Era un paria? Para el sistema, quizá. Para nosotros, fue un espejo. En sus ojos había una pureza que desarmaba prejuicios, una inocencia que cuestionaba nuestra prisa y nuestro exceso de indiferencia. Mientras todos corríamos tras éxitos efímeros, él vivió a su ritmo, repartiendo lecciones silenciosas desde las aceras. Como diciendo "¿Pa' qué corres si vamos al mismo lugar?".

Hoy, al despedirlo, no lloramos solo su partida. Lloramos también las veces que no supimos verlo como lo que era: un maestro accidental de empatía. Si existió alguien capaz de vivir a pesar de no poseer, ese fue "El Quique", el cuidador de nuestros sueños. Que su historia nos inspire a mirar con más ternura a los que están en las orillas, a los que cargan historias rotas pero siguen dando pedazos de su alma. Los ojos que lloran hoy, a su manera, son la prueba más clara de que Quique, en su silencio, logró lo que muchos no alcanzan con ruido: dejar una huella imborrable en el corazón de un pueblo entero.

Las lágrimas de quienes lamentan su partida, que no son pocas, no son tristeza vacía, son el lenguaje del cariño que no supo cómo despedirse. Y qué hermoso que así se le reconozca, porque su historia —hecha de pequeños gestos y resistencia callada— merece ser contada una y otra vez. Cada palabra futura sobre El Quique, ya sea una anécdota o una experiencia, será un homenaje a su vida, y cada recuerdo compartido, una forma de que Quique siga caminando —como siempre— entre las calles de Salvatierra, aunque sea en la memoria.

Descansa en paz, Quique. Tu Salvatierra no te olvidará. Porque, al final, fuiste más que un hombre: fuiste un latido compartido, un recordatorio de que hasta en lo aparentemente pequeño habita la grandeza.

En respetuoso y sentido homenaje

Messy Blues



No hay comentarios.: